Quiero mis papeles.


Han pasado ya casi una semana desde la última vez que escribí y la verdad es que sinceramente no hemos parado. Sobre todo nos ha quitado mucho tiempo la presentación de los papeles en inmigración para obtener el permiso de trabajo. Menuda historia, que si vamos a un sitio por un sello que si es en otro ministerio, que si luego pagamos en otra parte, que si hoy está cerrado vente mañana, vamos que más que gestiones parecía que estábamos de gymkhana, y así me he tirado cuatro días enteros, encima me venció visa, pero logré ampliarla un mes más hasta que consiga la residencia definitiva, vamos, que esto es Etiopía profunda.


Aparte de esto, nos tocó nuevamente despedida, aunque esta parecía una macro despedida estilo fiesta de fin de año en Madrid, no sólo porque se fueron de golpe 14 españoles, sino que además en estas fechas el aeropuerto está lleno y parece que se iban unos cuantos más.


Así que imagínate, lo tranquilos que nos hemos quedado de 19 a cenar únicamente nos quedamos cinco, claro que no perdimos el tiempo, mientras a unos nos tocaban los papeles, a otros les tocaba sacar dientes en las Misioneras de la Caridad, 42 dientes la verdad es que es un reto. Claro que tanta prisa, tanta prisa, era por algo, y algo que no tenía ni tuvo mala pinta, que era dejarnos unos días libres para ir a ver las cataratas del Nilo.


Claro que estando en Etiopía tu puedes planear las cosas y luego nunca mejor dicho dios dirá, porque la noche antes, estábamos pendiente de los papeles en inmigración para primera hora de la mañana, que nos llamaron para ver si Nuria y Raúl que son sanitarios podrían ir a ver a una española que se encontraba ingresada en un hospital de Addis. Y con tanta premura nos metimos los cinco y nos fuimos con Jose Carlos y Patricia, de la embajada de España, a ver a esta chica, unos como sanitarios y el resto del comité de agasajos y festejos, que eso de estar malo en un hospital la verdad es que es duro y aquí un poquito más.


Así que nos plantamos fuera de horario de visitas, hay que hacer valer eso de ser “farangis” como te llaman aquí y nos colamos en la habitación de la enferma, primero Nuria y Raúl, que estuvieron más técnicos con ella y luego el resto para levantar la moral. La verdad es que lo agradeció un montón, eso de que por lo menos te confirmen o te den una opinión más spanish, lo agradeció un montón. Lo más curioso fue que el chico que estaba con ella lo habíamos conocido quince días antes en el Hotel, si está claro que el mundo es muy pequeño.


De la buena labor que hicimos, nos invitaron a cenar en un restaurante Yemení. Espectacular, la verdad es que nos quedamos todos encantados, sólo una pega no toman alcohol, así que la cerveza la tuvimos que dejar para otro día.


Con esta vida tan agitada, eso de ir a ver las cataratas, se antojaba cada vez más complicados pero con esa intención hicimos las maletas y nos preparamos para ir de viaje.


Como ya estábamos coordinados, y eso de ser cinco es un número muy apañando, a Nuria y Raúl los acercamos al hospital, mientras que Elena a comprar pan para los bocatas, Cónsul y yo nos fuimos a los papeles, había que hacer presión y terminar pronto porque cuanto antes saliéramos de Addis más posibilidades tendríamos de llegar de día.


Así que tras un rato luchando con los papeles, de un sitio a otro, a pagar, a fulanita que te selle, a menganito que te firme, salimos de Addis una vez que recogimos a todos en el coche en un par de horas.


Un poquito de velocidad, y menos mal, nos vino bien ya que llegamos a las 13.07 a un tramo que cerraban a las 13h, estamos en Etiopía y es normal, con la suerte de encontrarnos a un ingeniero japonés, que nos dejó pasar como último coche. No me imagino lo que hubiera pasado si nos hubieran cerrado la carretera, pero como la noche anterior habíamos hecho una buena acción esta vez teníamos nuestra recompensa. Y tras 500km después, llegamos a Bajar Dhar, nuestro destino.


Acabamos en un hotel de lujo, no había otro durmiendo en dos habitaciones, una de ellas suite y contratando a un guía para que nos llevara a ver las cataratas.


Del guía, que queréis que os cuente, la verdad es que nos llevó bien al sitio y sacamos las entradas una de ellas de estudiante, si y para Raúl, que ya nos reímos con eso porque la verdad es que todavía no sabemos como coló. A partir de aquí la cosa se fue complicando, explicar poco y eso si se había enamorado de Consu y no la dejaba ni un rato sola.


Las cataratas la verdad es que muy bonitas, con la suerte de ser ahora época de lluvias y estar la presa abierta con lo cual el caudal, del que seguimos esperando que el guía acierte en la cantidad era bastante abundante. Hasta aquí lo faranji de la excursión, porque empezamos a bajar hacia el Nilo y dejamos de ver blancos… qué raro?...será que vamos los primeros y hemos cogido ventaja???.... que inocentes, y a su vez crecía el número de locales, hasta que llegamos a la orilla y chas! Que hay que cruzar andando???? Pero no nos dijo que en barca???, inocentes. Así que los locales con palo en mano, que era lo que les salvaba de caerse al agua, descalzos, y remangados los pantalones, no se porqué, porque al final el agua nos llegó a la cintura, con ayuda de dos locales conseguimos cruzar el río.


Y claro que la ayuda aquí nunca suele ser desinteresada, que pena, y sobre todo si es al faranji, nos pidieron comisión por ayuda al cruce, que al final en vez de ser 10 locales eran 15 y sobraban, así que unos cobraron otros no, y con todo lo que se montón le exigimos al guía que lo arreglase ya que nosotros le pagamos religiosamente y fíjate la que se había armado. Que si empujones, que si yo te llevé a ti, que si no he cobrado, que menudo guía y no se cuantos improperios más que debieron soltar por el jaleo que se organizó.


Ahí nos dimos cuenta que el guía de oficial tenía lo que las zapatillas Nike que te venden en el mercato, que ni zapatillas ni Nike, y empezó el verdadero camino de cabras. La suerte es que no fue la típica excursión faranji de paseo y sin obstáculos, porque fue aléjate de los locales, cuidado con las piedras, no te hundas en el barro, cuidado zona de cocodrilos, hasta que llegamos a la prometida barca. Y que barca! Ni la bandera de Etiopía era nueva, 10 bir por cabeza para cruzar el Nilo de nuevo, de metal y con un motorcito pequeño que por lo menos nos empujaba.


Unos cuantos tramos más y llegamos al poblado y luego al coche, la verdad es que después de esta tomadura de pelo del guía, al que en ocasiones nosotros le indicábamos el camino decidimos que había que hacer algo con él, así que como buenos faranjis, le pagamos todo lo que les prometimos y con un ciao le dijimos donde estaba la parada de autobús más cercana, que el mismo nos había señalado, y le dejamos a disgusto una cola interesante para el bus y o unos kilómetros andando seguro que le harían meditar para la siguiente.


Y así terminamos la excursión, llenos de barro, y de camino a un bar para reponer y tomar unas bebidas.


Era ya media tarde cuando volvimos a coger el coche para la vuelta, haciendo noche en medio del camino podríamos llegar a Addis tranquilos a la mañana del día siguiente, y así que hicimos noche en Debre Markos, y al día siguiente ya comimos en Addis.
Un poco paliza, pero mereció la pena.


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