Sacos, sacos y más sacos

Llegamos a Dupti hace unos días, esta vez con Manolo e Iratxe y la verdad es que sin haber planeado nada todo esta saliendo muy bien. Empezamos estrenando el generador japonés, como nos dijeron en la tienda, que era tan bueno que no necesitábamos ni garantía, esperemos que tengan razón. Lo cierto es que anoche intentamos arrancarlo pero entre el ruido y el humo decidimos dejar dormir a los demás vecinos, claro que hoy no les hemos dejado dormir la siesta porque esto suena que no es normal, claro que si a cambio te toca beberte una coca cola fría, la verdad es que no suena tanto.

La noche ha sido un poco calurosa, pero la verdadera razón del día de ayer es que nos tocó reparto de ayuda humanitaria con las hermanas de la caridad, y allí que fuimos por la mañana. Llegamos tarde como siempre, entre que salimos con la hora justa y como hacemos de farangi-taxi con los locales hasta que no llenamos el coche con los locales no conseguimos coger algo de velocidad.

Así que nos plantamos con nuestros 15 minutos de retraso, eso en África es llegar puntual, así que sin problema. Un poco de organización y a empezar el trabajo, Iratxe con el aceite, dos litros por familia si tienen varias cartillas por el tamaño de la familia le toca dos por cartilla, lo mismo con la especie de cereal bulgur, según los sacos que se repartían, aunque aquí eran 14 kilos por cabeza, así que Manolo y yo nos dedicamos a acarrear los sacos de 50 kilos del almacén hasta la zona de reparto. Tarea que empiezas con fuerza pero que poco a poco vas viendo como los sacos cada vez están un poco más lejos y pesan un poco más de lo que ponen. En total para repartir a 700-750 personas que no se cuantos sacos nos tocó acarrear pero la verdad es que unos pocos porque fueron más de cuatro horas sin parar, únicamente a barrer el grano que estaba por el suelo para que no se nos clavaran en los pies mientras cargabas los sacos.


La experiencia es increíble, la posibilidad de ayudar en este reparto, es único, toda la gente debería verlo y colaborar por lo menos una vez en la vida para darse cuenta de lo que realmente cuesta todo un poco porque con esos 14 kilos y los dos litros de aceite vive una familia. La verdad es que es para pensárselo un poco.

De premio a la ayuda, una comida con los demás voluntarios en el compound de las Hermanas. Comida que la verdad sabe a gloria pero no tanto como la siesta que toca después, que es de órdago. Ayuda además que con el calor la gente deja de trabajar las horas en las que el sol más castiga, que son además las de después de comer, así que aquí los españoles jugamos con ventaja, bendita siesta.

Claro que después de un día tan gratificante hoy nos ha vuelto a tocar con la burocracia etíope, que si un papel aquí, que si reunión allá, que si mañana, vamos lo habitual, aunque siempre con la ilusión de que tras cinco o seis visitas consigues lo que quieres, fácil, el truco es no perder la paciencia.

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