Una peseta con veintinueve céntimos!!!!


No hay cosa que más fastidie cuando estás viviendo en un lugar, como es el caso de Etiopía en el que tienes que regatear por todo, que una vez que te has aprendido los precios tan aleatorios que tienen -ya que pueden variar sustancialmente de un sitio a otro o por temporadas-, vengan y sabiéndolo te quieran tomar el pelo.
Uno de los métodos de transporte que tiene Addis Abeba es, aparte del autobús y del taxi, la mini-bus(como lo llaman). En el fondo no es más que una furgoneta, Toyota, que tiene una capacidad etíope de 10 personas más conductor. Normalmente en el resto del universo tendría 3 plazas menos, pero ajustando los asientos y poniendo unos más pequeños se pasa de los 8 a los 11, para perjuicio de los usuarios, pero eso, en esta ciudad, da exactamente igual.

Lo dicho, uno se va manejando en las líneas, al principio es complicado principalmente por dos motivos: uno ¿Para que se van a molestar en poner paradas o señales o similares? y dos ¿Porqué hay que saber interpretar lo que ha dicho la persona que grita hacia dónde va? Esto hace que no sepas dónde hay parada, lo que te hace andar mucho más de la cuenta y/o que, sin querer, tomes una en dirección contraria y tengas que pararte y volver al punto de partida. Quitando estos inconvenientes, lo primero que hay que aprender es dónde puede estar la parada. Sinceramente, están todas camufladas -debe ser por seguridad-, así que hay que buscar una concentración de minibús o de gente parada y que no sabes para qué. Pues sí, acabas de encontrar la parada.
Normalmente, la gente no tiene capacidad económica para poder pagar el taxi, que ronda los 30 birr (al cambio no llega a los 2,5 euros) y opta por algo que, la verdad, es tan cómodo como el taxi, pero por 12 céntimos vas sentado y bastante rápido. Del autobús mejor ni hablamos. Por 4 céntimos tienes un viaje inmerso en una lata de sardinas, junto con 200 etíopes que no te puedes imaginar cómo han podido entrar.
Así que 12 céntimos la verdad es que se ve muy bien de precio, claro que cuando le dices a un etíope que no vas a coger taxi y coges la minibús, sinceramente ya te ven raro, me imagino que pensarán que soy un cutre, sin coche, no taxi y va en minibús!
Pero bueno, como lo principal es llegar, hay que dedicarse a fijarse por la calle donde más o menos la gente se pone a esperar y/o donde puede haber paradas de minibús. Luego a esperar a que venga, con medio cuerpo fuera del segundo de abordo, que grita hacia dónde se dirige “macaraña, macaraña!!”, “merkato, merkato”, “México, México”, “bole, bole”, ésta es la mía, un gesto y ala! Para dentro.
El sistema de trabajo de la minivan es fácil: uno conduce y otro, normalmente más pequeño, es el que grita hacia dónde se dirige, si te interesa haces un gesto y el segundo de abordo te señala el interior y te montas. Si no es esa minivan, tienen la amabilidad de señalarte la que va en la dirección que vas a tomar. Está claro que la diferencia de precio hace que la gente tome el autobús, que vale 4 céntimos o el minibús que, por 12 céntimos, resulta mucho más cómodo.
No tienen precios establecidos, el segundo de abordo calcula, en función de donde vayas, el coste del trayecto, si le merece la pena que subas (en la mayoría de los casos) y si, por ese tramo, te cobra más o menos. Partiendo de esta base, el otro día cogi un minibús para ir a un sitio decente de internet -basta con que no se cuelgue-. Es un trayecto que ya tengo dominado y que vale entre 1,4 birr y 1,7 birr y pretendieron cobrarme 1,8. La verdad es que me pareció un robo, no por el hecho de lo que vale, sino porque lo que más puede molestar a un “farangi” -como denominan aquí a los extranjeros- es que le cobren un extra precio, que lo pagas en muchos sitios y que, a medida que vas conociendo el país, más cercano será tu precio al etíope. Bueno, que me despisto, claro que cuando me devolvieron 20 céntimos directamente salté haciéndole entender que me estaba tomando el pelo y que ese trayecto valía bastante menos para mí. Y está claro que aquí las quejas llegan a buen puerto porque me devolvió 20 céntimos más, lo que completó el precio del trayecto.
En el momento uno no se da cuenta, pero cuando luego me planteé porqué había discutido con el de la furgoneta por 1 peseta con veintinueve céntimos, dios mío!, está claro que uno poco a poco se va volviendo etíope. No me imagino lo que pueda discutir en Madrid cuando quieran cobrarme 3 euros por una coca-cola; cuando aquí vale 27 céntimos de euro y además es de 300cc y no de 200cc. Y con estos precios, ¿Todavía Coca-cola gana dinero? Realmente nos toman el pelo.

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